Dia 15/06/2015
Arcos es una de las puertas de entrada a la ruta de “los pueblos blancos” gaditanos, localidad que alcanzó su máximo esplendor con la desaparición del Califato de Córdoba y su conversión en un reino independiente, hasta ser absorbida por la taifa de Sevilla. Tiempo después de la conquista castellana (siglo XIII), pasó a la jurisdicción de los duques de Arcos y con estos nobles la localidad tendrá un importante desarrollo durante toda la Edad Moderna, al construirse los espléndidos edificios que hoy día podemos admirar.
Salimos para nuestro destino a las siete de la mañana y nos detuvimos a desayunar en el mesón de Diego, cercano al pueblo de Teba; para llegar a Arcos de la Frontera poco después de las 10:30 h. Allí nos esperaba nuestra guía que nos acompañó y explicó el centro histórico de la localidad. Empezamos la visita por unas calles con pendientes considerables, estrechas y con mucho tráfico, pasamos por el mercado de abastos, que sorprende con una portada perteneciente al inacabado colegio (residencia) de los jesuitas; y poco después llegamos a la Basílica de Santa María de la Asunción.
Este templo de los siglos XIV y XV tuvo profundas remodelaciones en el XVI y presenta una extraordinaria portada de estilo isabelino que convive con otras zonas de arte renacentista y también barroco. En el interior predomina el estilo gótico donde destaca el retablo del altar mayor.
Continuamos visitando la plaza del Cabildo, para ver el actual ayuntamiento y el Parador Nacional de Turismo. Como la plaza está en lo alto de una peña, sus vistas son impresionantes. Vistas que recuerdan a las que pueden observarse desde el mirador de Ronda.
Otra iglesia en la que entramos fue la de San Pedro, monumento barroco que conserva un extraordinario retablo. Con nuestra guía entramos en “Belén” digno de verse y que está expuesto todo el año, y después de contemplar una exposición de pintura de artistas locales, seguimos hasta otro mirador desde el cual podíamos ver el lago artificial de Arcos junto al pantano de Bornos.
Desde ese mirador iniciamos el camino de vuelta. Pasando por el palacio del Mayorazgo, con una fachada enmarcada por dobles columnas toscanas, seguimos por la calle de las Monjas que posee unas arquivoltas de la Iglesia de Santa María, que le dan un encanto especial a esa calle. La fachada del palacio del conde del Águila y la iglesia de San Miguel.
Como eran las 13:30 h. dio tiempo para una cerveza y al autobús que nos llevó al restaurante. Almorzamos en el Hotel Mesón de la Molinera”, con vistas al lago de Arcos y bien atendidos en las mesas. La comida que nos sirvieron estaba buena y abundante. Empezamos con unos entremeses, que en otras ocasiones el palto hay que compartir entre cuatro, a continuación salmorejo y “pallarda” de pollo con verduras (muy buena); y de postre una compota de manzana y frutas exóticas (mango, piña…). Todo rico, aunque del vino no podamos decir lo mismo.
Al terminar de comer iniciamos el camino de Málaga, con una parada, sorpresa que nos preparó nuestro amable conductor –buen conocedor de la zona- en la ermita de Nuestra Señora de los Remedios en Olvera. Y de vuelta a Málaga.